La exposición en el Guggenheim de Cecilia Vicuña captura el arte perdido del quipu
Hace miles de años, los indígenas de las montañas andinas idearon el quipu, un intrincado sistema de hilos y nudos de colores que llevaban registros, contaban historias, creaban poemas y registraban acuerdos comunales. Los colonizadores europeos prohibieron esta milenaria forma de comunicación pensando que desaparecería para siempre. Afortunadamente, este no fue el caso.
La artista, activista y poeta chilena, Cecilia Vicuña, se ha propuesto insuflar nueva vida al quipu andino. “En el momento en que descubrí [uno], supe de alguna manera que el quipu y yo teníamos algo que ver el uno con el otro”, dice. A lo largo de su carrera de décadas, ha creado miles de estas vibrantes esculturas de hilo, o expresiones de “poesía espacial“, como las llama, para responder a la violencia global, la catástrofe ecológica y el borrado cultural.
Los ha construido en la orilla del océano, en lo profundo de los bosques y en los glaciares que raspan el cielo. Se han colgado de los techos de museos y galerías de todo el mundo, como santuarios de herencias indígenas olvidadas. Y del 27 de mayo al 5 de septiembre de 2022, su último “Quipu del exterminio / Extermination Quipu”, se exhibirá en el Guggenheim como parte de “Spin Spin Triangulene”, su primera exposición individual en un museo en la ciudad que ha llamado hogar durante más de cuarenta años.
Aunque la artista de 74 años nació en Santiago de Chile, huyó de su país natal en los años 70 tras el golpe militar contra el expresidente Salvador Allende y llegó a la ciudad de Nueva York en 1980, donde ha estado realizando obras de arte multimedia desde entonces. Reflexionando sobre el reconocimiento atrasado de su trabajo en su ciudad adoptiva, Vicuña dice que no cree que eso diga mucho sobre ella como artista, ni sobre su trabajo.
En cambio, “habla de Nueva York. Sobre el hecho de que somos por definición invisibles. [Soy] una mujer sudamericana que además es indígena mestiza, las tres personas más invisibles del mundo, condensadas en un cuerpecito”, agrega. “Eso es lo que sucede en Nueva York: hay una falta de voluntad para ver”. Pero en 2017, la trayectoria de la carrera de Vicuña cambió significativamente.
Aunque había estado haciendo arte y poesía durante más de cinco décadas, su trabajo se presentó ese año en el renombrado festival de arte Documenta 14, junto con la exposición “Mujeres radicales: arte latinoamericano, 1960-1985” del Museo Hammer. La creciente atención sobre su obra no se ha detenido desde entonces. Solo este año, su trabajo se incluyó en la muestra principal de la Bienal de Venecia, donde recibió el premio Golden Lion for Lifetime Achievement; también fue seleccionada para la prestigiosa comisión específica del sitio en el Turbine Hall de la Tate Modern, que se inaugurará entre octubre de 2022 y abril de 2023.
Por encima de todo, Vicuña se ve a sí misma como poeta. “La noción de que el arte y la poesía son dos campos completamente separados es una idea exclusivamente académica. No se trata en absoluto de cómo lo percibe un artista o un poeta”, dice. “Para mí, ambos están profundamente entrelazados. Me considero poeta porque pienso en términos de poesía, pero eso no significa que mis pensamientos se vayan a manifestar de forma escrita. Pueden manifestarse como un quipu, una pintura, un canto o una danza. La poesía tiene una definición mucho más amplia que cualquier otra: significa hacer [algo] de la nada”.